No son teorías conspirativas. Tampoco son personajes siniestros inventados por creativos guionistas de Hollywood. Los dueños del mundo existen. Son pocas, muy pocas familias, pero son los mecen la cuna de la economía mundial, los que dictan normas, los que pautan caminos a seguir. Jamás se habla de ellos. Operan perversamente sobre un perfil tan bajo que los convierte en seres misteriosos, pero son dueños del presente y futuro de más de siete mil millones de personas que habitan en este planeta. Se ríen cuando la Forbes coloca al repartidor de cajas y al fabricante de autos eléctricos como los más ricos del mundo. En fin, ellos también son los dueños de ese circo de entretenimiento porque controlan los grandes medios de comunicación que mantienen en estado zombie a la mayoría. Silenciosos propietarios de yacimientos de petróleo. Ganan dinero por cada kilómetro recorrido por cualquier medio de transporte impulsado por combustibles fósiles. En absoluta discreción, son los amos de las grandes compañías que explotan el oro y los minerales de mayor valor, siempre contando con la complicidad del político corrupto de turno que gobierna, porque también han sido los principales compradores de conciencia. Dueños de la cerveza que usted se toma en el bar más cercano, de la primera y la segunda taza de café de cada día, porque ellos son los que manipulan los commodities de Chicago comprando a futuro, a precios tan sospechosos como exorbitantes los principales alimentos. Poseedores de los grandes fondos de inversión, de las deudas de las economías de los países del mundo subdesarrollado, amos de BlackRock, esa empresa gestora inmobiliaria que manipula las mensualidades de hipoteca o renta de los hogares de la gente común. Las guerras les resultan negocios redondos porque son ellos los fabricantes de armas, esos que elevan sus fortunas con cada gota de sangre derramada. Jamás crean riquezas, más bien especulan pautando ‘estrategias’ financieras totalmente divorciadas de la economía real y productiva. Para eso cuentan con peones que dan la cara como George Soros o los hermanos Koch, caras públicas del juego sucio ideado por sus verdaderos gestores. Reúnen anualmente a sus obedientes mercenarios financieros en el Foro de Davos y en la reunión del Grupo Bilderberg donde asisten 130 personas, entre los que figuran supuestos políticos poderosos y representantes de la banca mundial a recibir sus dictámenes y pautas a seguir. Nunca han creído en la democracia porque les interesa el actual estado de la plutocracia para continuar controlando la economía global y seguir creando el asqueroso juego de ciclos recurrentes de expansión y luego recesión económica que perjudican los mercados con el fin de reducirlo todo a un exclusivo menú de oligopólicos que ellos mismos controlan. No les interesa la moneda respaldada en el patrón oro. Se sienten cómodos con el dólar y el euro, monedas fiat que solo esperan la orden para apretar la tecla OK que imprime millones de inorgánicos que fomentan de manera descontrolada el consumo, por eso han manipulado a su antojo esas monedas, llevándose de paso a la clase media y conduciendo deudas de países que sobrepasan sus propios PIB. Todo lo dicho puede parecer un mundo distópico, pero no lo es. Somos eternos súbditos, esclavos modernos de un grupo que controla y maneja el mundo a su antojo.

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