Don Gato lideraba una banda de malhechores de Manhattan en la década de los cincuenta, Tom siempre fue un malicioso obsesionado con atrapar a Jerry, Silvestre un sinvergüenzas envidioso y maleducado que no dejaba en paz a Piolín, Garfield un vago pesimista que odiaba los lunes. Los productores de muñequitos de nuestra infancia se empecinaron en dibujarnos a los gatos como los eternos antagonistas, los malos de las películas. Aún no entiendo las razones cuando la realidad demuestra que es todo lo contrario. Soy más de perros que de gatos, pero eso no me hace obviar las incontables virtudes de un animal tierno, cariñoso y a la vez independiente, que su afecto, científicamente demostrado, puede combatir el estrés en las personas. Por medio de su seductor contacto en combinación con su enigmático ronroneo, estos felinos pueden generar un vínculo tan potente como terapéutico que se traduce en múltiples beneficios. Por eso hasta el mismo Ernest Hemingway, un devoto de los mininos, decía que un gato solo conduce a otro gato. Nada tan real como esto que afirmó el excelso escritor estadounidense. Hay mucha gente que tiene varios. Algunos me dicen que no se imaginan la vida sin ellos, y los entiendo, como también puedo comprender a esos que sienten aversión por ellos, como esos productores que se encargaron de desdibujar la verdadera esencia de una mascota amorosa, solidaria y a la vez autónoma. ¡Feliz Día del Gato!